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Privación de la vida por un delito cometido y después de un juicio adecuado con todas las condiciones procesales que reclama la justicia y con frecuencia las leyes.
Sea el medio que sea el aplicado para dar la muerte al delincuente, por graves que sean los delitos, es un hecho que se pone en duda entre los moralistas de si es ético, incluso si es sociológicamente conveniente el matar a un ser humano.
Los negadores del derecho a establecer o conservar la pena de muerte aluden a que, siendo Dios el único que puede dar la vida, sólo y exclusivamente es Dios el que puede privar de ella. Aunque se haya aplicado de forma general en la Historia y aunque se siga practicando de una u otra forma en muchos países actuales, la pena de muerte es mala en sí misma, según ellos.
Los defensores consideran que la sociedad tiene derecho a librarse del injusto agresor, como último extremo para defenderse del criminal y como escarmiento para otros delincuentes. Admiten la pena de muerte como un mal menor, pero no la consideran radicalmente inmoral
No es fácil la postura absoluta y segura en este tema. Pero la moral cristiana se inclina en la actualidad por la negación de moralidad de la pena de muerte, sobre todo si la sociedad tiene, como acontece hoy, otros medios de defenderse del asesino (prisión perpetua, reeducación, control técnico de asesinos, etc.)
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